"Echeverri, un fenómeno viral"

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La fórmula no tiene ningún secreto porque está basada en la búsqueda de jugadores con el ADN de la casa: hábiles, talentosos, atrevidos. Claro, encontrar esa materia prima es lo más complejo y la premisa es descubrir una característica destacada en el jugador: gambeta, velocidad, remate, cabezazo, inteligencia... Por eso, la captación es el punto principal. El área está a cargo de Daniel Brizuela, quien se define como “un hombre de la tierra”. Recorre el país en auto y cuenta con un grupo de 15 personas, del que participan varias glorias del club distribuidos por zonas: Leopoldo Luque en Cuyo, el Mencho Medina Bello en Entre Ríos y Emilio Nicolás Comisso en Córdoba, entre otros.

Una vez detectado el talento entre los 45.000 chicos de 7 a 11 años que se miran cada 12 meses en los clubes de baby de Capital y el GBA, en las pruebas que suelen hacerse en el Interior y en las búsquedas en equipos humildes del país, el paso siguiente es una evaluación general del pibe: situación familiar y económica, estado nutricional y nivel educativo, por ejemplo. Y el examen final para concretar uno de los 60 fichajes anuales es una práctica en las canchas sintéticas del Monumental. “Tenemos que ser muy rigurosos para achicar el margen de error, que siempre existe, porque sabemos que en cada decisión podemos cambiarle la vida a un chico y a toda su familia”, coinciden los formadores.

La segunda etapa del crecimiento de los cracks es el desarrollo estructural para potenciar el talento natural, ya que D’Onofrio hace mucho hincapié en que “no sólo tenemos que formar jugadores sino también personas”. Entonces, los más pequeños que llegan son alojados en un hotel, a cargo de una familia que los acompaña en la transición que precede al paso a la pensión del estadio. Y con el estudio se realiza algo similar, ya que son ubicados en diferentes colegios según el nivel. A la vez, son asistidos por un grupo de cinco psicólogos y por profesionales en nutrición, más allá de que los chicos almuerzan todos los días en la confitería del club.

La contención y la educación de los purretes es un acompañamiento fundamental, pero lo más importante es la evolución técnica. Por eso se crearon tres grupos de elite que se dividen por categoría o por puestos para mejorar cuestiones específicas en formación individual de acuerdo a las evaluaciones mensuales que se realizan y que Gabriel Rodríguez le traslada a Gallardo, detallado por posiciones y edades. Además, el DT recibe los videos todos los partidos de las seis categorías de Inferiores.

El grupo especial de infantiles y juveniles más chicos está a cargo de Juanjo Borrelli y Ariel Ortega, mientras que, también por iniciativa del Muñeco, se creó un grupo de elite con Sexta, Quinta y Cuarta que trabaja en doble turno en el River Camp bajo la conducción de Guillermo Rivarola, donde se aspira a que los chicos vayan conviviendo con la Primera para adaptarse a la exigencia del profesionalismo.

La línea que baja el presidente de River no permite dobles lecturas: la prioridad es la formación, no el resultado. Entonces, en Núñez no se alertan demasiado con que una sola división (la Octava) esté en las primeras posiciones y las cinco restantes anden por la mitad de tabla, aunque inevitablemente la intención es que los jóvenes lleguen a Primera acostumbrados a ganar.

Otro inconveniente heredado que advirtió Gallardo es que las instalaciones de River no son suficientes para realizar el trabajo de nivel europeo que pretende dejar el entrenador para el futuro, más allá de que él se despida o no a fin de año, cuando finaliza su contrato. Por eso ya se iniciaron las obras para armar un complejo de entrenamiento en Hurlingham, aunque recién el año que viene se pondría en funcionamiento.

El éxito o fracaso de este ambicioso proyecto se empezará a notar recién en los próximos dos años, aunque la proyección más realista que hacen en Núñez es que los mejores productos se verán más adelante, cuando surjan los nenes que recién están siendo detectados.